lunes, octubre 15, 2007

DIOS PERDONA SIEMPRE

Todos recordamos aquella escena en la que una gran muchedumbre traía a una mujer sorprendida en adulterio. Venían con piedras en las manos, dispuestas a apedrearla. Jesús les dijo retándoles: "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra". Y ese Jesús, al ver que nadie le tiraba piedras, le dice: "¿Nadie te ha condenado, mujer? Yo tampoco te condeno".

Agradecemos inmensamente a San Lucas que nos haya hecho este reportaje trágico y estupendo al mismo tiempo, que podría titularse: "Cómo condenan los Hombres. Cómo perdona Dios".
Por experiencia sabemos que los hombres no perdonan, ni olvidan. Pero es un alivio oír de labios de Jesús aquellas palabras: "Yo tampoco te condeno", porque todos sentimos en lo más hondo del alma la necesidad grande y dolorosa de que Dios nos perdone.


No es difícil aparentar ante los demás ser hombre de bien o mujer honesta, pero ante Dios, no queramos guardar las apariencias, porque no podemos.

En el fondo Dios nos asusta. Y algunas veces nos preguntamos seriamente: ¿Podrá Dios perdonarme a mí? Hay algunos que ya no se lo preguntan, sino que se dicen a sí mismos con una tremenda seriedad: "Yo no tengo perdón de Dios".

Es la misma frase que debió decir Judas cuando vio que su traición le costó la vida a Jesús; "He pecado entregando sangre inocente". ¡Muy bien dicho!.

Entró en el templo y arrojó 30 monedas en la cara de los sacerdotes y escribas, ¡muy bien hecho!.

Judas todavía conservaba algo bueno. Esa frase y esas monedas fueron dos hechos grandes dignos de un santo. Pero en ese momento en que pudo cambiar totalmente su vida, se atravesó en su mente una desesperada y terrible convicción: ¡No tengo perdón de Dios, no tengo perdón de Dios!. Y fué y se ahorcó

En vez de volver a ver a Cristo, a pedir perdón, nos vamos ahorcando poco a poco en la desesperación, seguimos los mismos pasos y los mismos pensamientos: "He pecado muchas veces, ya no me puede perdonar Dios".

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